23 noviembre, 2024

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Equilibrio entre mercado y salud pública: El rol de las políticas en la Era Digital

Por Cintia Speranza*

En medio de la actual ola televisiva liberal donde el mercado prevalece, me encontré reflexionando sobre mi formación como economista durante los años 90. En aquel entonces, entre numerosos autores, debíamos comprender el “deber ser” de un sistema con innumerables “supuestos” en lugar de enfocarnos tanto en el “cómo es”. En épocas donde no existía la Big Data, la IA y ni siquiera las computadoras personales, cada teoría económica se fundamentaba en la lectura de una realidad parcial, autolimitada por supuestos, justificando y concluyendo según determinado contexto histórico e intereses predominantes de la época.

En este sentido, las teorías liberales de los años sesenta, como la de Milton Friedman, adquieren un nuevo matiz cuando las situamos en el contexto de su tiempo. Friedman escribió y promulgó sus teorías en un momento en el que los mercados financieros y económicos no tenían la globalización y la interconexión actuales. Sus argumentos a favor de la libre competencia y la mínima intervención gubernamental se forjaron en un período donde el mundo económico presentaba características distintas a las de hoy.

Hoy en día, debatir estas teorías en el contexto de una economía globalizada y altamente interdependiente nos obliga a considerar no solo las premisas fundamentales de estas teorías, sino también su aplicabilidad en un mundo que ha evolucionado considerablemente desde su concepción. La dinámica entre el “cómo es” y el “deber ser” se vuelve aún más compleja cuando las teorías se enfrentan a la realidad de un mercado global en constante cambio.

Por lo tanto, cuando exploramos las teorías liberales y su papel en el actual entorno económico y financiero, es esencial no sólo entender sus fundamentos conceptuales, sino también apreciar cómo han evolucionado y cómo continúan influyendo en la toma de decisiones económicas y políticas en un mundo que está en constante transformación.

Entre otros pensadores, afortunadamente, vino a mi mente Amartya Sen, distinguido economista y filósofo indio, cuyas valiosas contribuciones se centraron en la economía del desarrollo y la interrelación entre salud y crecimiento económico en la década de los noventa. Su enfoque se centra en la idea de que el desarrollo no debe medirse exclusivamente en términos de crecimiento económico, sino que debe evaluarse mediante mejoras en la calidad de vida y el bienestar de las personas. Sen sostiene que la salud juega un papel esencial en este proceso de desarrollo. No es solo un objetivo en sí mismo, sino también un medio para alcanzar otros objetivos, como la educación, la participación social y el desarrollo económico sostenible. Argumenta que las personas con buena salud tienen una mayor capacidad para aprovechar oportunidades económicas y participar en actividades productivas y sociales. Por lo tanto, la salud no solo beneficia directamente a las personas, sino que también contribuye al desarrollo en un sentido más amplio.

Desde la perspectiva de Amartya Sen, el estado tiene diversas responsabilidades en el ámbito de la salud:

  1. Garantizar el acceso a la atención médica.
  2. Reducir las disparidades de salud.
  3. Promover actividades de prevención, educación y formación de profesionales de la salud.
  4. Asegurar la infraestructura adecuada.
  5. Regular y controlar la calidad de los servicios de salud.

Ahora bien, ¿por qué el estado desempeña un papel fundamental en asegurar la salud de la población? ¿Por qué muchos países latinoamericanos y europeos sostienen y financian sus políticas públicas en salud? ¿Por qué no permitimos que el mercado libremente determine el acceso a la atención médica según la oferta y la demanda de tratamientos y servicios de salud?

Siguiendo el enfoque de Amartya Sen, la salud de una persona no es un objetivo aislado, sino que está intrínsecamente relacionada con el entorno en el que vive, las interacciones con otros seres humanos, y factores socioeconómicos, ambientales, culturales y religiosos. Un caso extremo como la pandemia ilustra este punto. Imaginemos un mundo en el que la atención médica esté sujeta únicamente a la ley de oferta y demanda, donde los recursos escasean y su disponibilidad depende del precio. ¿Se pueden imaginar a cada individuo asegurando su propia supervivencia de manera personal?

Es muy probable que el resultado fuera un menor número de sobrevivientes. Sin embargo, siguiendo esa lógica económica, podría simplemente considerarse una variable de ajuste.  En nuestra realidad, demasiadas clínicas privadas, empresas de fabricación de suministros médicos, medicamentos y otros elementos esenciales desaparecerían. La demanda de recursos como oxígeno e instalaciones eléctricas disminuirían, y el empleo en el sector de la salud y toda la industria relacionada con los servicios de salud se verían afectados. Esto llevaría al colapso, dejando solo a unos pocos grandes bancos como los principales financiadores de la salud y reduciendo las prestaciones cubiertas por los seguros de salud.  En este escenario, la investigación médica y el desarrollo de tratamientos serían menos rentables, ya que la demanda dictaría la inversión. La falta de un ente regulador y de normativas claras también eliminaría la responsabilidad por incumplir los estándares de salud definidos en las constituciones nacionales.

Y esto ya sucedió en nuestro país. Si, durante la década de los noventa, con salud pública ausente, sin propósito de acceso, equidad y calidad, las quiebras de clínicas y establecimientos privados de salud eran moneda cotidiana en el mercado.

¿Y si usamos un voucher o un pase de salud? Detrás de un voucher de salud nosotros como individuos libres, recorreríamos localidad tras localidad, buscando el establecimiento de salud más eficiente y simpático para nuestra atención, tal como elegimos, el mejor restaurant o compramos las mejores zapatillas según precio y calidad (recuerdo también que ninguna primera marca de zapatillas sobrevive más de tres meses con el adolescente deportista).

En lugar de un sistema caótico basado en el libre mercado, las políticas públicas desempeñan un papel fundamental en garantizar que la atención médica esté disponible y sea equitativa para todos.  En el mundo es así, basta con estudiar los sistemas de salud como el de Canadá, Inglaterra, Australia, Suecia, Noruega, Brasil y compararlos con el sistema de salud norteamericano.

La convergencia entre la tecnología y la atención médica ha dado lugar a una revolución que no solo mejora la eficiencia y la accesibilidad, sino que también redefine la calidad de los servicios de salud. En este contexto, el papel de las políticas públicas estatales es innegable, ya que juegan un papel crucial en la configuración y dirección de esta transformación digital en el sector de la salud.

Las políticas públicas efectivas en salud deben reconocer la necesidad de abrazar la digitalización como un medio para lograr una atención médica más equitativa, eficiente y centrada en el paciente. La adopción de tecnologías innovadoras, como la telemedicina, los registros médicos electrónicos y las aplicaciones de salud, ha demostrado tener el potencial de romper las barreras geográficas y socioeconómicas, permitiendo a las poblaciones marginadas acceder a servicios médicos de calidad.

Uno de los pilares fundamentales de las políticas públicas en esta área es la inversión en infraestructura tecnológica. Los estados deben garantizar la conectividad y la accesibilidad a Internet, especialmente en áreas remotas o desfavorecidas, para que la población pueda aprovechar plenamente los beneficios de la atención médica digital. Además, la promulgación de regulaciones claras y adaptadas a la era digital es esencial para asegurar la confidencialidad y seguridad de la información médica sensible, así como para fomentar la innovación responsable.

Las políticas públicas también deben abordar la formación y capacitación de profesionales de la salud en el uso efectivo de herramientas digitales. La adopción exitosa de la tecnología requiere una fuerza laboral capacitada que pueda integrar herramientas digitales en la práctica clínica diaria, garantizando así una atención coherente y de alta calidad.

Otro aspecto crucial es la promoción de la investigación y el desarrollo en tecnología de la salud. Los estados pueden desempeñar un papel fundamental al colaborar con empresas y universidades para fomentar la creación y el refinamiento de soluciones tecnológicas innovadoras que aborden desafíos médicos específicos.

En última instancia, la reflexión sobre la importancia del papel estatal en la garantía de la salud pública nos lleva a un punto crucial: la necesidad de un equilibrio entre el mercado y la responsabilidad social. Amartya Sen nos insta a ver más allá de los números y a considerar la salud como un derecho fundamental y un catalizador del verdadero desarrollo humano. Si dejamos que el mercado dicte el destino de la atención médica, podríamos encontrarnos en un mundo donde la supervivencia se rige por el poder adquisitivo y la calidad de vida queda en segundo plano.

La salud digital, con su potencial revolucionario, nos muestra cómo las políticas públicas pueden moldear positivamente la forma en que accedemos y recibimos atención médica. Pero esto requiere la visión audaz de los líderes y la voluntad de invertir en tecnología, en aquellos espacios donde todavía no llegó la rentabilidad, capacitación y regulaciones que fomenten un ecosistema de atención médica equitativo y avanzado.

En última instancia, la búsqueda de un sistema de salud que priorice la dignidad y el bienestar de todos debe ser un objetivo compartido. Mirando hacia el futuro, es nuestra responsabilidad colectiva lograr un equilibrio en el cual el mercado y el estado trabajen en armonía para garantizar la salud y el bienestar de las generaciones venideras. La visión de Amartya Sen nos recuerda que la verdadera riqueza de una sociedad radica en la salud y la felicidad de sus ciudadanos, y es esta riqueza la que deberíamos esforzarnos por construir y preservar.

*Lic. en economía, especializada en Ciencia, tecnología y sociedad. Experta en salud digital. Secretaria de Salud y Desarrollo humano en la Mesa Provincial bonaerense del partido Frente Grande.

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