Por Jorge Aliaga*
Pasadas las Primarias Abiertas, Simultaneas y Obligatorias (PASO) ha quedado configurado el escenario para las elecciones primarias de octubre. Del total de ciudadanos habilitados para sufragar un 30% no concurrió, 5% votó blanco o nulo, 20% optó por Milei (LLA), 20% por Bullrich o Rodríguez Larreta (JxC), 20% por Massa o Grabois (UxP) y el otro 5% votó al resto de las propuestas. El panorama electoral está abierto y el resultado dependerá fundamentalmente de qué decide hacer el 30% que no fue a votar. La baja participación electoral, producto del desencanto por los resultados de los gobiernos de Macri y Fernández, ha sido la característica de casi todas las elecciones realizadas en 2023.
Las tres fuerzas más votadas tienen propuestas bien diferentes sobre el rumbo político que debería seguir el país. Milei propone eliminar todo lo que sea posible de la estructura estatal, dejando funciones esenciales como salud, educación y ciencia y tecnología en manos privadas [1], y cortar el comercio con los principales socios comerciales (Brasil y China). Bullrich presenta propuestas menos extremas en sus formas, pero también impulsa la eliminación de la protección a la industria nacional, limitando el rol del sector de ciencia y técnica (CyT) y específicamente no continuando con la Ley 27614 de Financiamiento del Sistema Nacional de CyT [2].
A diferencia de las anteriores opciones, Sergio Massa ha dicho que se propone sostener la inversión en educación, ciencia y tecnología, dado que las considera claves para el desarrollo nacional. En este contexto rescato la declaración del Encuentro Permanente de Asociaciones Científicas (EPAC) con respecto a las recientes manifestaciones de un candidato a la Presidencia de la Nación: “LA INVERSIÓN PÚBLICA EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA” [3], la que suscribo en todos sus términos.
Ningún país del mundo ha logrado desarrollarse sin la inversión de estado en CyT. En ningún lugar la inversión privada surgió de manera espontánea y en todo el mundo el impulso inicial estatal es luego seguido, como consecuencia, con inversiones y negocios privados [4].
En nuestro país, en aquellos sectores donde se ha mantenido la inversión estatal, utilizando su poder de compra, se han logrado resultados destacados. Uno de estos sectores es el nuclear. Desde la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950 fuimos capaces de operar y mantener tres centrales nucleares: Atucha I, II y Embalse y como consecuencia de los profesionales formados en esa institución se creó en 1976 INVAP.
Argentina es una de las mayores productoras mundiales de radioisótopos, usados para diagnóstico y tratamiento de cáncer, y también de las centrales que los producen, que han sido vendidos a varios países. Esta capacidad tecnológica le permitió luego desarrollar los radares que se instalaron en el satélite SAOCOM A y B, que asimismo fueron fabricados en las instalaciones de la empresa en Bariloche. Luego fabricó radares secundarios que permitieron radarizar todos los aeropuertos del país, radares secundarios, que opera el Ministerio de Defensa para detectar aviones intrusos, y radares meteorológicos, que permiten brindar mejores pronósticos al Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Y además se sumó a la decena de países que fabrican radares de comunicaciones al construir los ARSAT I y II y desarrollar ahora una versión con propulsión eléctrica, el ARSAT SG1, que sería puesto en órbita en 2025, si no cambian las políticas. Cabe recordar que la puesta en funcionamiento del tercer satélite estaba previsto para 2019 pero fue suspendido en 2016 por el gobierno de Mauricio Macri.
Esto mismo que detallamos para el sector nuclear se observa con las iniciativas impulsadas por YTEC, empresa de YPF y el CONICET. Sus desarrollos han permitido optimizar la producción de los yacimientos no convencionales en Vaca Muerta y recientemente avanzar en el desarrollo de baterías de Litio.
Y vimos lo que significó en el contexto de la pandemia de COVID-19 contar con un sistema científico fuerte, que funcionan como un sistema entrenado para resolver problemas cuando la necesidad lo amerita. En marzo de 2020 el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación creó la Unidad Coronavirus con el objetivo de poner a disposición todas las capacidades de desarrollo de proyectos tecnológicos, recursos humanos, infraestructura y equipamiento que puedan ser requeridos para realizar tareas de diagnóstico e investigación sobre Coronavirus COVID-19. Se realizaron convocatorias específicas para financiar desarrollos y en poco tiempo se obtuvieron numerosos logros que van desde los kits de detección, barbijos antivirales y vacunas.
Al mismo tiempo vimos como Estados Unidos realizó inversiones cuantiosas para que diversas empresas desarrollaran vacunas, lo que desmiente categóricamente que los privados sean capaces de dar respuesta a problemas complejos sin el apoyo estatal.
Argentina es un país extenso, con grandes recursos naturales, pero que son insuficientes para generar trabajo de calidad para toda la población. Es necesario desarrollar industria, y para eso necesitamos de ciencia y tecnología. Y también es necesario dar solución a acuciantes problemas sociales, que requieren de expertos formados en esas disciplinas que orienten las políticas públicas.
La historia demuestra que cada vez que el sector de CyT fue atacado, ya sea por acciones de dictaduras, como la intervención de las Universidades por Onganía en La Noche de los Bastones Largos en 1966 o la persecución de la dictatura de 1976, o por crisis económicas como las hiperinflaciones de 1989-1991 o la salida de la convertibilidad de 2001, lo que se generó fue un éxodo de científicos y científicas. Perdimos décadas de inversión en recursos humanos altamente calificados que fueron recibidos por Estados Unidos, Europa, Canadá, Brasil, Australia y muchos otros países.
Las elecciones de 2023 se presentan como un momento bisagra, en el que deberemos decidir si queremos tener un desarrollo nacional, basado en la industria que se apoya en el sistema nacional de CyT o si optamos por un país que se centra en la producción primaria y cierra la industria farmacéutica, de equipamiento médico, automotriz, de indumentaria, etc, etc. De optar por este segundo camino los científicos y científicas, que tienen formaciones de alta calidad a nivel internacional, no tendrán una misión que cumplir, y volverán a emigrar a donde sean apreciados.
*Doctor en Física e Investigador del Conicet
[3] https://aargentinapciencias.org/esta-abierta-la-convocatoria-al-premio-dr-eduardo-charreau-2023-2/
[4] https://www.nih.gov/sites/default/files/about-nih/impact/impact-our-nation.pdf; https://www.ers.usda.gov/amber-waves/2022/june/investment-in-u-s-public-agricultural-research-and-development-has-fallen-by-a-third-over-past-two-decades-lags-major-trade-competitors/; https://www.csiro.au/en/news/all/articles/2021/november/value-innovation-investment .