La posibilidad de imprimir piel humana o vasos sanguíneos, de crear prótesis y medicamentos personalizados son algunos de los universos que sólo el uso de TICs aplicadas a la Salud puede conjeturar. Pero a su vez generan universos distópicos: un escenario propio de película en el que se puede predecir e inducir el comportamiento del sujeto hasta límites insospechados y que, inclusive, contemplen un incremento en los índices de demencia. Un escenario en el que el cognitivismo conductista quiere ocupar un rol protagónico y quizás peligroso.
Que la ciencia deje de ensayar con animales, por ejemplo, impacta de lleno en la suerte humana al colocar al sujeto en el centro de la escena de experimentación de sus propias creaciones: construye una contradicción indisoluble que hasta resulta justa.
En el marco de la charla virtual organizada por el Ecosistema de Salud Conectada de Argentina (ECHAlliance AR), los especialistas Agustín Ibáñez, director del Centro de Neurociencias Cognitivas (CNC) de la Universidad de San Andrés; investigador del CONICET y de la Universidad Adolfo Ibáñez; Ángels Salvador Vergés, miembro de la junta directiva de Sittiberica.org y docente de la Universidad Ramon Llull, de España; y Juan Pedro Anzueto, CEO de Aliv.io, abordaron experiencias que, por ejemplo, permiten evaluar el impacto que la tecnología hace en las mentes y predecir comportamientos humanos a partir de la utilización de herramientas de Inteligencia Artificial (IA).
Personalización. “La industria de impresión 3D en ortopedia se valoró en US$ 691 millones en 2018 y, según las predicciones de Smarthech, crecerá hasta los US$ 3.700 millones en 2027”, citó Vergés y marcó el pulso de una industria que lo tiene todo por delante. Que usa polímeros, metales, cerámicas y hasta alimentos para crear prótesis personalizadas, de alta resolución, cuyo proceso de fabricación tiende a la universalización; y que se suma al universo de posibilidades inaugurado por la bioimpresión que, a partir del uso de muestras celulares, crea piel, vasos sanguíneos y hasta nervios.
“No todos somos iguales, por lo tanto, la personalización que podemos conseguir con la impresión 3D es más que interesante”, dijo Vergés y sumó a la práctica médica en sí, usos posibles como la educación de profesionales, la planificación quirúrgica y la fabricación de medicamentos personalizados, y destacó la producción de “medicamentos sofisticados e innovadores” que realiza la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y que permiten, por ejemplo, “modificar la liberación del principio activo”.
“No sólo podemos imprimir células, precisamos marcarnos objetivos potenciales porque necesitamos que médicos, biólogos, informáticos, ingenieros se involucren en el desarrollo de la bioimpresión para garantizar su aplicabilidad médica”, sostuvo Vergés y explicó algunas cuestiones técnicas como que la impresora 3D trabaja con altas temperaturas y termoplásticos, mientras que la bioimpresión lo hace a bajas temperaturas, para evitar la muerte celular, y requiere de un entorno estéril; al tiempo que admitió que “aunque tenemos pendiente la impresión de vasos sanguíneos y nervios, se lo está trabajando con otros sistemas de bioimpresión”.
“Los biológicos van hacia la viabilidad de las técnicas, que produzcan membrana celular y la construcción con resistencia y durabilidad”, dijo Vergés y sumó a los desafíos de este universo la escalabilidad, la biocompatibilidad y aspectos legales, asociados al control del diseño, el procesamiento de las células y de los productos combinados.
“Si tenemos un tejido determinado para trabajar, podríamos hacer las pruebas de compatibilidad directamente sobre el paciente y evitar las que se hacen sobre animales que, en España, por ejemplo, ya está prohibido”, simplificó la especialista.
Cognitivismo de doble impacto. “Los cambios tecnológicos están impactando en los objetos, pero también en los procesos mentales. Estamos frente a una metamorfosis tecno-cultural de la que ni siquiera nos damos cuenta”, dijo Ibañez, quien además valoró como “más eficientes” a aquellas tecnologías que desaparecen al incorporarse en el entramado de la vida cotidiana, tal como sucede con el celular.
En ese sentido, Ibañez expuso detalles de una investigación que realizó con herramientas de deep learning y de machine learning para observar el comportamiento de los excombatientes de guerra y su capacidad para desarrollar comportamientos violentos: “Pudimos predecir bastante bien qué sujetos lo tenderían y, de todos los predictores que usamos, los que más impactaron fueron los sociales, como el tamaño de su red social o el haber sido testigos de situaciones violentas contra su familia, frente a los de orden individual, como puede ser algún trastorno psiquiátrico”.
La aplicabilidad de la IA es innumerable y alcanza, también, a las estrategias de recuperación de pacientes con trastornos cognitivos, y que Anzueto aseguró utilizar en la empresa radicada en Panamá y que, además, presta servicios de https://www.saludenlinea.com.ar/wp-content/uploads/2020/08/business-2-1.jpg, telepatologia, teleradiologia, farmacia en línea y realidad virtual desde 2016.
Un ejemplo de ello es Sincrolab, una plataforma de Aliv.io que está destinada al entrenamiento cognitivo y dirigido a la recuperación y el desarrollo de capacidades mediante el juego y, a partir del cual, un profesional crea entrenamientos personalizados para que su paciente active con sólo pulsar un botón, sin movilizarse de su hogar, y a quien pueda monitorear de forma remota y en tiempo real.
Economía creativa. La estimulación cerebral no invasiva para sumar precisión visual o la creación de fármacos de neuro-mejoramiento que modifiquen las capacidades intelectuales o sociales, fueron algunos de los universos en los que Ibañez vislumbró de cara a la tendencia del sector.
En ese escenario futuro, Ibañez también incluyó un marcado incremento de los índices de demencia en América Latina que, a su criterio, demandarán de la creación de un Brain Health Diplomacy, un modelo interdisciplinar que permita gestionar las promesas y los peligros de la innovación tecnológica a fin de que “exista mayor conciencia sobre la poli-determinación de la salud y se desarrollen enfoques intersectoriales e interdisciplinarios”.
Asimismo, “tenemos que repensar la economía en función del capital que implica la capacidad cerebral porque, cada vez más, nos distinguiremos por aquello que nos diferencia de la tecnología aplicada y que nos hace intrínsecamente humanos, como la creatividad, la cooperación o los pensamientos no racionales”, concluyó Ibañez.
Por Noelia Tellez Tejada