El Monitoreo Global 2019 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que alcanzar la atención primaria de salud requiere de una inversión de US$ 200.000 millones al año; y lograr la Cobertura de Salud Universal (CSU) -para evitar que 5.000 millones de personas carezcan de acceso a atención sanitaria- demanda US$ 170.000 millones más. Los montos no son tan elevados si se piensa en el endeudamiento de un país como la Argentina que en cuatro años alcanzó niveles récord, y que sólo sirvió para facilitar su fuga a paraísos fiscales y a las arcas de los archimillonarios de siempre.
El dinero para alcanzar la CSU requiere de políticas públicas que tengan la intención de distribuir los ingresos equitativamente. Además, necesita de la participación de la ciencia y la tecnología en el diseño de esta distribución. Desde hace muchos años, Carisssa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) – oficina regional de la OMS para las Américas-, sostiene que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) aplicadas a la salud “mejoran el acceso a los servicios, su eficiencia y calidad”.
La infraestructura de las telecomunicaciones está íntimamente relacionada con la posibilidad de democratizar el acceso a la salud, así como también lo está el desarrollo de software, de estándares de interoperabilidad, de equipamiento, de aparatos de diagnóstico por imágenes, de https://www.saludenlinea.com.ar/wp-content/uploads/2020/08/business-2-1.jpg, la salud móvil (mSalud) y los registros clínicos electrónicos, etc. Y son las empresas fabricantes y proveedores de productos y servicios TIC las que se encuentran ante la gran oportunidad de ir mucho más allá de trabajar para alcanzar buenos resultados operativos trimestrales o anuales. La meta no son los beneficios monetarios, sino beneficiar a la humanidad. Y esto no significa perder dinero, sino pensar junto con los Estados cuáles son las mejores estrategias para llegar a la mayor cantidad de gente con servicios de salud. Según la OMS, ampliar la atención primaria en los países de renta baja y media podría salvar 60 millones de vidas e incrementaría la expectativa un promedio de 3,7 años para 2030.
Funcional y revelador. En 2015 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, la cual incluye 17 objetivos que van desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático. Recientemente, los líderes mundiales firmaron una declaración en la que se comprometen a impulsar las inversiones y reforzar los trabajos para conseguir la CSU para 2030, algo que marca la Agenda.
Las cifras revelan que a las puertas del 2020, cerca de la mitad de la población mundial carece de acceso integral a los servicios sanitarios básicos. Casi 100 millones de personas viven en pobreza extrema (es decir, cuentan con US$ 1,90 al mes o menos) por tener que pagar los servicios de salud de su propio bolsillo. Más de 800 millones de personas (casi el 12% de la población mundial) gastan al menos un 10% de su presupuesto familiar para pagar los servicios de salud.
La ONU es uno de los organismos surgidos de falsos consensos mundiales cuyos representantes suelen mirar y analizar el horror en Power Point mientras comen caviar y descansan en hoteles cinco estrellas de todo el mundo. En ese escenario, debaten y definen lineamientos a seguir para solucionar lo que no pudieron (o no quisieron) en décadas.
A fines de septiembre y en vísperas de la “reunión de alto nivel” sobre la CSU, la OMS publicó su Informe de Monitoreo Global 2019, que llama a los Gobiernos de todos los países a invertir un 1% adicional de su Producto Interno Bruto (PIB) en atención primaria de salud.
Si bien el acceso a los servicios sanitarios básicos se vio ampliado entre todos los grupos de población, las naciones más pobres siguen muy rezagadas, además de que cada vez más gente se ve obligada a pagar de su bolsillo por los cuidados de salud. Los datos de la OMS indican que en 2000 el 45% de la población global tenía cobertura de salud y que para 2017 se había llegado al 66%. Los países de renta baja lideraron este progreso sobre todo gracias a programas y políticas puntuales contra enfermedades infecciosas y, en menor medida, por mayores asignaciones a servicios de salud reproductiva, materna e infantil. Aunque el ritmo de los avances se vio ralentizado desde 2010. En el caso de los países de renta media, fueron los que mayor cantidad de población sin cobertura básica de salud sumaron en 2017.
Derecho humano. El informe de la OMS afirma que se puede alcanzar la CSU para 2030 si los líderes políticos toman las decisiones correctas y optan por medidas económicas, financieras y sociales racionales. El doctor Tedros Ghebreyesus, director General de la OMS, aseguró que está en manos de los líderes políticos y las instituciones lograr la universalidad.
El documento señala que el alcance de la CSU para 2030 no debería basarse en el desembolso directo de individuos y familias, cuyo gasto en esos servicios ha crecido continuamente entre 2000 y 2015, consumiendo cada vez más porcentaje: unas 930 millones de personas gastaron más del 10% de sus ingresos en cuidados de salud en 2015, mientras que para cerca de 210 millones de personas ese egreso fue de 25% durante el mismo año.
Para los países de renta alta y media alta con una cobertura de salud amplia el reto es mantener y hacer cada vez más eficiente esa cobertura. En cambio, para las naciones de renta media y media baja con cobertura amplia, el desafío es garantizar mecanismos inclusivos que eximan a las personas de desembolsos en detrimento de sus ingresos.
Sin embargo, ni en los acuerdos de posguerra ni ahora, casi 80 después, lograrán erradicar la pobreza mundial ni una cobertura de salud universal sin valores que incluyan al menos voluntad, estrategia, franqueza y humanidad.
Políticas públicas y TICs pueden ser la única oportunidad para democratizar el acceso a la salud
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